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Jugando con fuego nos presenta 10 concursantes muy solteros (5 hombres y 5 mujeres) que se conocen en una isla pintoresca y privada. Como en casi cualquier otro reality show que se ha creado en la historia, no se han esforzado mucho por ser representativos. El reparto consiste en gente atractiva y mayormente hetero. Pero el giro es divertido y ridículo: unas horas después de haber llegado a lo que ellos creen que será un paraíso lleno de revolcones, los concursantes son informados de que no les está permitido besarse o participar en ningún tipo de acto sexual (incluyendo la masturbación). Absorben estas noticias como si acabaran de oír que han asesinado al presidente. Si rompen las reglas durante su estancia, se les quita dinero de un premio en forma de bote de 100.000 dólares. Además, duermen todos en la misma habitación, compartiendo camas individuales. De muchas maneras, el quid del programa resulta familiar para los que están pasando estas semanas solteras (excepto lo de tener gente alrededor y no poder masturbarse).